Hoy compré un pollo entero, pensando en cocinarlo así como estaba: entero.
Cuando empecé a despellejar el cadáver, recordé porqué no compraba pollos enteros: es una pérdida de tiempo y de plata.
Ya estaba comprado y al final, sobre la marcha, cambié su destino.
Y así terminó...
En el fondo de la sartén, sobre un chiste de aceite, hice un "empedrado" de ajo picado grueso...
y acomodé las presas del pollo que destrocé. Las únicas presas que me quedaron con piel, dueron las alas.
Después de un rato, lo di vuelta.
Corté en medios aros las cebollas y, en cuartos, la zanhoria.
En un bol, corté en cubos tomates, les agregué ajos picados y orégano.
Y en tiras los ajíes.
Cuando el pollo "casi" estuvo, lo tapé con las zanahorias y las cebollas...
Cuando las cebollas se pusieron transparentes y tiernas,
agregué los tomates...
tapé y lo dejé cocinar. Cuando al tocar los tomates, se convertían en pasta...
agregué los ajíes...
tapé y cociné hasta que estuvo todo listo.
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