Resulta que, como consecuencia de la frustración de un incumplimiento, me puse a cocinar.
Lo primero que salió fue un pollo al horno.
Acá, en la base de la asadera, sal gruesa. La idea es que absorba los líquidos (del descongelamiento y de toda la porquería que le inyectan) que pueda chorrear el cadáver.
Encima, una rejilla...
feteé unos ajos...
y, aunque no se note, entre la piel y la carne, empujé fetas de ajo.
Dentro del hueco, rodajas de limón y fetas de ajo.
Exprimí bastante limón por encima y lo mandé al horno tranquilo... Muy tranquilo.
Después de una hora de cocción tranquila (rotándolo a la media hora)...
lo di vuelta y quedó "espalda para arriba".
Igual que antes, muy tranquilo lo dejé cocerse una hora más, rotándolo a los treinta minutos.
Lo despellejé, le saqué lo que había acomodado adentro, lo trocé y...
¡LISTO!
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